Ignacia Rojas Philippi

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Juegos de ruta para trekking con niños

Es uno de los trucos más importantes en una caminata familiar.

La clave está en no parecer parvularia catete (“niñooos, quieren jugar a algooo?”). Sólo empezar el juego, como que no quiere la cosa, intercalándolo en la caminata: a ratos buscar piedras lindas, otros cantar algo, hacer rimas chistosas…

Acá va una lista de los juegos que más usamos para entretener a los niños en un trekking familiar:

  •  Quién pasó por aquí: huellas, agujeros en troncos, cacas, regurgites de lechuza (en serio. Parecen excrementos pero son restos no digeridos como huesos o pelos de su última comida), raspaduras en el suelo… todo sirve para adivinar qué animal ha pasado por el sendero. Al principio son sólo suposiciones (soñar es la otra mitad del juego) pero a medida que crecen los niños se va haciendo más científico y realista.

  • Ojos bien abiertos: más que un juego, es una actitud. Ir atentos a las sorpresas del camino ayuda a pasar el tiempo más rápido y regala sorpresas inesperadas (como ese pájaro que murió colgando boca abajo en una rama de la foto… Lo vimos hace más de un año y todavía nos reímos haciendo conjeturas sobre su causa de muerte).

  •  Pinta: nuestro hit. En senderos más anchos, planos o de bajada, siempre hay uno que se tienta, “pinta” al de adelante y sale disparado. Todos empezamos a arrancar del que “la lleva”. Se avanza mucho y nadie se da cuenta.

  • Veo, veo: “¿Qué ves?” el clásico juego de describir algo que está a la vista. El que adivina lo que es continúa el juego.

  •  ¿Cómo se llama? No es un juego pero entretiene. Ir hablando de los nombres de los árboles, los insectos o los pájaros es un aporte para todos y mantiene distraído un buen rato. Hay muy buenas guías de campo (para niños y para adultos) para reconocer flora y fauna. También hay aplicaciones.

  •   Conversar: obvio pero a veces se olvida. Forzar un poquito la conversación cuando todos están cansados saca temas insospechados. Con los más chicos la conversación es bien concreta y con mayores filosofamos, aprendemos geología, estimamos distancias y hacemos cálculos.

  •  Cantar: no es mucho lo nuestro pero a los niños les encanta. Los más grandes improvisan unos hip hop, las más chicas cantan Mazapán.

 Suena como el panorama de la familia feliz. No es para nada tan así pero vale la pena esforzarse, tiene resultados en el corto y en el largo plazo.

*La foto es en el Valle de la Engorda, Cajón del Maipo, RM, Chile. ©elciervovolante