Altos de Lircay en tres días
Para un fin de semana cualquiera o unas mini vacaciones sencillas, la Reserva Nacional Altos de Lircay tiene uno de los camping más acogedores, sombreados y económicos que conocemos. ¿Qué hacer una vez ahí? Acá van nuestras entretenciones cuando vamos en familia por un par de días.
La Reserva Nacional Altos de Lircay (en la Región del Maule, desde Talca hacia la cordillera), es un destino para todas las épocas del año, cada una con su encanto. Se puede llegar en transporte público hasta la entrada, en Vilches Alto, aunque sólo se accede en 4x4 por el camino interior del parque hasta el primer camping. Caminar desde la entrada (o hacer dedo, nadie juzga) no es imposible con ganas y humor, son 3 km de subida.
El camping Antahuara es el primero, siempre nos quedamos ahí. Son 30 sitios con sombra, árboles, llave de agua y mesón. Luz sólo en los baños públicos y nada de parrilla, está prohibido hacer fuego en todos los parques de Conaf, obligación mostrar la cocinilla a gas para poder entrar a la reserva.
Desde Santiago en auto directo al parque son 4 horas aprox de viaje. El aterrizaje es veloz: correr al sitio regalón (el 30, siempre! Con los dos coigües perfectos para la hamaca), armar carpa y comer algo.
El día de llegada se hace corto, si hace calor nos arrancamos con algún picnic (y un libro, el tejido, una lupa…) al sector “anfiteatro”, un bosque de coigües centenarios de sombra eterna, donde unas plataformas de madera hacen de sala de juegos para los niños que se entretienen haciendo parkour entre las rocas o imaginando refugios en el bosque entre matorrales.
La puesta de sol es tarde en verano, a veces después de la hora de comida, y siempre la pasamos en el mismo lugar: el sendero los concones. Un circuito de 800 mts, encantador, perfecto para niños chicos, sombreado y con una vista espectacular al valle del río Lircay y las montañas cirundantes. Se camina lento acá, disfrutando las sospresas del sendero o imaginando la vida mágica del bosque antiguo. Los niños suben felizmente agotados al camping, una fruta y a la cama los más chicos.
Cuando oscurece es el momento de los adolescentes que, armados de sus linternas y algo de coraje, salen a explorar el bosque nocturno. Sonidos de pisadas del zorro, insectos y arañas de todo tipo y el infantable canto del Concón (una lechuza famosa por su grito desconcertante y a ratos terrorífico) hacen lo suyo cada vez.
El día siguiente es día de playa. Trajebaños, toallas, mucho picnic y zapatillas para tomar el camino principal, que continúa desde el camping y baja al río. Son 1,5 km,que se bajan rápido, en 30 o 40 minutos, con bajadas pronunciadas pero ojo con la vuelta, cerro arriba, demora 1 hr, niños de hasta 5 años necesitan ayuda en ciertos tramos con muchas piedras sueltas y pendiente fuerte.
Una vez en el río cruzamos con cuidado y nos demoramos en elegir el spot para pasar el día: cerca de un pozón o de algún salto, una orilla con algo de sombra y pocas piedras para que las niñitas jueguen con el agua. Un chal a la sombra, un libro, una cuchara y una taza que hacen de balde y pala. Agua que corre, cielo azul, siesta. Los más grandes hacen represas, se bañan en los pozones, exploran el bosque.
Después de almorzar los hombres parten río arriba saltando de piedra en piedra. Algunos más hábiles que otros, logran ir y volver sin mojarse los pies.
La vuelta al camping es pesada, así que es clave detectar ese momento justo antes que los niños estén demasiado cansados como para volver con dignidad. Mochilas a la espalda y vamos caminando.
Se termina el día en el camping, niños dibujan o leen, hamaca, merecida cerveza los padres. A comer y a dormir.
El tercer día alcanza para un último paseo: el ciruito al mirador Antumawida. Picnic a la mochila y devolverse por el camino principal hasta el final (o el comienzo, están algo separados, el incio indicadocon un cartel) del sendero. 900 mts con algo de desnivel, el sendero serpentea por bosques de renovales (canelos, laureles, arrayanes, coigües) y tiene su punto cúlmine en el mirador al valle. Con ganas se camina de vuelta al camping, indispensable agua y algo extra para motivar el regreso por el camino de autos.
Un día extra con un grupo bueno para la caminata permite asomarse cerro arriba, por el sendero Mirador del Valle del Venado. El circuito completo es espectacular, pero incluso si sólo llegan hasta el primer mirador o hasta el estero vale la pena. Los niños se sienten orgullosos de su esfuerzo, el camino no es difícil y no es raro ver un zorro o un pájaro carpintero (los de cabeza roja!) en los bosques de coigüe.
La carpa se desarma siempre con algo de nostalgia. Lircay es de esos lugares que se sienten como propios. Inevitable volver. Nosotros llevamos 20 años volviendo… dos, tres veces al año, siempre al mismo sitio. ¡El 30 es el nuestro!
Consejos prácticos:
Como siempre, no olvidar
- Revisar el pronóstico del tiempo antes de partir.
- Llevar efectivo
- Llamar antes a la reserva, fines de semana largos de llena y (aunque parece un irónico juego de palabras) no se puede reservar.